Tijuana – La historia de Esther Morales es una de resiliencia, dedicación y amor hacia la comunidad migrante. Después de haber sido deportada más de once veces, Esther no se rindió y encontró en Tijuana su nuevo hogar y propósito. Desde su llegada en 2009, vivió en carne propia las dificultades de ser migrante, una experiencia que la marcó profundamente y encendió en ella la llama del activismo.
Su compromiso no se detiene. Esther ha abierto “Cocina Calientita”, una asociación civil dedicada a proporcionar comidas calientes a los migrantes en varios albergues de la ciudad. Sin embargo, la labor de Esther no solo se trata de cocinar; es un llamado a la comunidad para que se sumen a la causa. “Pues sí, que tengan empatía con todos ellos que están esperando su cita para ingresar a Estados Unidos, hay de Cuba, aquí nos encontramos con gente de todos lados. Entonces que tengan empatía y que puedan dar algo, un kilo de arroz, frijol, con eso pueden comer 8 o 9 personas, o 500 pesos, de ahí se pueden comprar”.
El esfuerzo de Esther no pasa desapercibido. Enrique Lucero, Director de Atención al Migrante en Tijuana, reconoce la importancia de estas iniciativas: “Apoyamos a las asociaciones civiles para que vayan a esos rincones como lo hace Esther Morales, que va todos los días. Yo la veo en los albergues hasta sábado y domingo brindando alimentos gratuitos, y eso ayuda al final de cuentas al gobierno a atender una parte que muchas veces no ven”.